Vol. 2 Nro. 18 (2012)

LA PROBLEMÁTICA DE LA RELACIÓN DE LA CULTURA Y LA EDUCACIÓN EN AMÉRICA LATINA1

PROBLEMS DEALING WITH THE RELATIONSHIP BETWEEN CULTURE AND EDUCATION IN LATIN AMERICA

RESUMEN:

Se aborda la compleja relación entre la cultura y la educación en América Latina. Esta fecunda relación está signada por la condición mestiza de la cultura, su esencialismo y originalidad en este continente. El influjo de la Naturaleza y el humanismo, constituyen también condicionamientos importantes en el tema objeto de estudio. Se sostiene que estos factores deben tomarse en cuenta para el estudio de la educación en su desarrollo en estas tierras. Se emplea de manera sostenida el pensamiento de José Martí como guía orientadora para el entendimiento de la cultura, la educación y sus peculiares relaciones en nuestra América.

Palabras claves: Cultura,educación

ABSTRACT:

The complex relationship between culture and education in Latin America is treated. This fruitful relationship is signed by the crossbreeding condition of the culture, its essence and originality in this continent. The influx of nature and humanism, also constitute important conditionings in the topic object of study. It is sustained that these factors should be taken into account for the forward study of education in its development in these lands. José Martí’s thought is used in a very consistent way as a directive guide for the comprehension of culture, education and its peculiar relationships in our America.

Keywords: Culture, education

INTRODUCCIÓN

La educación en América Latina a lo largo de su historia ha estado estrictamente apegada a su cultura. Este no es un factor diferente a otra sociedad, sino que se presenta como una regularidad a lo largo de la historia de la humanidad, pero el sesgo que asume esta relación en el continente tiene un sello peculiar. Antes de la llegada del conquistador europeo se describen diversos niveles de vida, desarrollo y organización de las sociedades de entonces, de acuerdo a ello rigió la educación. Había por la fecha en esta parte del mundo astrónomos, artistas, guerreros, nómadas y caníbales, era un abanico de culturas amplio y diverso, por tal razón la educación de estos hombres también fue diferente en sus formas y en sus finalidades. Con el proceso de conquista y colonización la cultura impuesta llevó a dispensar una educación que favoreciera la obediencia y la dependencia de las metrópolis europeas a través de sus representantes en el llamado nuevo mundo.

Muchos de los extravíos económicos y políticos, los desencuentros culturales que se manifiestan en los albores del siglo XXI tienen como antecedente, una práctica de vida asentada en las inequidades y las injusticias, para sustentar esto ha estado dispuesto el sistema educativo y un conjunto de influencias a nivel social entre las que juegan un papel protagónico la iglesia, la prensa y desde la segunda mitad del siglo XX, el poder más fuerte de todos ellos: la televisión.

Los grupos dominantes sustentan la perpetuación de poderes de unos pocos sobre la mayoría, para ello articulan su hegemonía sobre la base de la pobreza y la exclusión social. La cultura y la educación desempeñan un rol muy específico en este particular.

No resulta tradicional en los estudios histórico-educativos el análisis de la educación asociada a la cultura y en estrecho vínculo con ella. En realidad la educación se nutre de la cultura y forma al hombre para vivir dentro de formas específicas de concepción del mundo, de relaciones de trabajo, en patrones específicos de relación con la naturaleza, con la sociedad y con nociones sobre la justicia por mencionar algunos aspectos sustantivos que conforman la cultura. O sea, la mejor forma de hacer que el hombre sea hijo y a su vez padre de la cultura, es la educación.

La cultura es un proceso social que se alimenta de la diversidad, tanto entre los hombres como en los pueblos, aunque pueden denotarse factores esenciales que sostienen la unidad, aunque la unidad en ocasiones se torne movediza y difusa. En relación con la cultura latinoamericana habría que destacar su distinción como única y como diversa.

Se hace necesaria la comprensión de los estrechos vínculos –vínculos orgánicos e históricos- entre las diferentes manifestaciones de la cultura y la educación latinoamericana a través de su devenir.

DESARROLLO


1.1.- La cultura de América Latina: una cultura mestiza.

El signo más general y a la vez exacto de la cultura latinoamericana es su carácter mestizo. La discusión teórica, incluso sobre la denominación más apropiada para este grupo de pueblos, ha sido objeto de polémicas. El Libertador Simón Bolívar, en su Carta de Jamaica en 1815, al pronunciarse sobre los elementos más distintivos sobre los hombres de estas tierras, proclamó: “Nosotrossomos un pequeño género humano: poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias”. (Bolívar, Simón., 1815)

En relación al mismo tema, en su mensaje al Congreso de Angostura, en 1819, señaló:

Tengamos en cuenta que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y de América que una emancipación de Europa, pues que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado; el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el europeo. Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta desemejanza, trae un reato de la mayor trascendencia. (Retamar, 2006).

José Martí, un profundo conocedor de la naturaleza, la historia y el hombre que habita la región, fue también por demás, una persona que dominó a cabalidad el idioma español, designó esta parte del mundo como “... nuestra América mestiza...”. (Martí,1963, p.19T. VI.) El mestizaje aparece como principal condición que señala la esencia del hombre y de la cultura de la región.

La conquista del continente generó un proceso de violación, en todos los órdenes. Fue América Latina un inmenso lecho de violaciones sexuales y un gigantesco crisol de mezclas de culturas, de ese modo, confluyeron en suelo americano el europeo cruel y codicioso de cultura judeo - cristiana, el negro africano laborioso y espiritual, poseedor de ancestrales creencias y, el hombre natural de estas tierras, noble, humilde, con especiales cosmogonías de la vida y el universo. El resultado de la mezcla fue un pueblo nuevo y original en sus esencias. Con ello se gestó uno de los procesos humanos y culturales más significativos en la historia de la humanidad. De acuerdo con Alejo Carpentier, esto significó una Historia distinta, desde un principio, puesto que este suelo americano fue teatro del más sensacional encuentro étnico que registran los anales de nuestro planeta: encuentro del indio, del negro, y del europeo de tez más o menos clara, destinados, en lo adelante, a mezclarse, entremezclarse, establecer simbiosis de cultura, de creencias, de artes populares, en el más tremendo mestizaje que haya podido contemplarse nunca. (Carpentier, 1980, p. 3)

Por tanto, en esta intrincada urdimbre de razas y culturas germinó la América nueva en un espacio que el conquistador llamó “nuevo mundo”. Ello trajo al concierto de las naciones la expresión original y auténtica de una cultura en la que floreció el pensamiento, la filosofía, el arte, la espiritualidad genuina y una eticidad propia.

José Martí, reconoció el carácter original de este pueblo y los elementos que lo unen al mismo tiempo que lo hacen diferente de las culturas que se dieron cita para la creación.

Según el Apóstol, este es un pueblo: “... vivaz, batallador; artístico por indio; por español terco y osado; y como el inglés brumoso, y el sueco grave, y el napolitano apático, es el hijo de América ardiente y generoso, como el sol que lo calienta, como la naturaleza que lo cría. De manera que, de aquéllos hubimos brío, tenacidad, histórica arrogancia; de los de oscura tez tenemos amor a las artes, constancia singular, afable dulzura, original concepto de las cosas y cuanto a tierra nueva trae una raza nueva, detenida en su estado de larva, ¡larva de águila! Ella será soberbia mariposa.”(Martí, 1963, p. 117-118, T. VII.).

El proceso de mestizaje expresa como condición esencial la elevada espiritualidad del hombre natural de América, ello constituye un signo distintivo de la cultura de la región, aspecto que condiciona de modo natural la educación. En esta tierra hay artistas vitales que señorean el mundo de la creación artística universal sin que hayan traspasado el umbral de una escuela de arte para recibir instrucción, sirvan de ejemplo unos pocos pero a la vez muy significativos: Francisco Lisboa (el Aleijadinho, 1730-1814) en Brasil; en Cuba: Miguel Matamoros (1894-1971), Bartolomé Maximiliano Moré, (El Benny, 1919-1963); y, Francisco Repilado (Compay Segundo, 1907-2003). Ellos son la expresión de la alta espiritualidad y de la originalidad de esta cultura, Martí escribió de los hombres naturales de estas tierras: “Son resignados, inteligentes, incansables, naturalmente artistas, sin ningún esfuerzo buenos.”(Martí, 1963, p. 158, T. VII.)

Ello manifiesta una suerte de esencialismo o vitalidad creadora en todas las manifestaciones de la vida social.

De acuerdo con Alejo Carpentier: No incurre en vana jactancia americanista quien puede afirmar hoy, en perfecto conocimiento de causa que, antes de que lo contemplaran los conquistadores españoles sin entenderlo, se nos ofrecía en el Templo de Mitla, en México, la perfecta culminación de un arte abstracto largamente madurado —arte abstracto que no se debía a un mero intento de ornamentación geométrica, simétrica y reiterada, sino a la disposición perfectamente deliberada de composiciones abstractas, de idéntico tamaño, jamás repetidas, vistas, cada una, como un valor plástico completo, independiente y cerrado. No es necesario ser guiado por un excesivo amor a nuestra América, para reconocer que en las pinturas que adornan el templo de Bonampak, en Yucatán, se nos presentan figuras humanas en escorzos de una audacia desconocida por la pintura europea de la misma época —escorzos que se aparean, con muchos años de anterioridad, con el de un Cristo de Mantegna, por ejemplo. Y eso no es todo: sólo ahora estamos empezando a ahondar en la maravillosa poesía náhuatl y estamos comenzando a percibir el singular y profundo trasfondo filosófico de las grandes cosmogonías y mitos originales de América.(Carpentier, 1980, p. 3-4).

Lo referido al mestizaje y su implicación en la cultura y la educación del continente es un tema amplio, interesante y de necesario estudio y profundización en la actualidad. Acercarse a esta problemática es trabajar en un factor clave para el desarrollo de América Latina. Autores como Ezequiel Martínez Estrada han realizado aportes teóricos importantes en el estudio de esta problemática.

El empleo diverso, creativo y artístico de la lengua española en Latinoamérica es parte de su identidad, de su cultura y de la alta espiritualidad de los hombres que habitan esta parte del planeta. El uso del español común a la mayoría, une y muestra una determinada armonía; sin embargo, aun señalando un aspecto de unidad, esta armonía resulta relativa, pues este idioma se articula de forma diferente en toda la región, así se distingue, por ejemplo, el español que hablan los suramericanos del que utilizan los del centro o el que se habla en el Caribe, sin llegar a situar ejemplos extremos como el caso del español que personaliza a los argentinos y el que identifica a los mexicanos. Marcan también en este punto justa diferencia una cantidad considerable de personas que hablan otras lenguas conceptuadas como su lengua materna al margen del español.

La lengua española entró de forma forzosa en la cultura latinoamericana y hoy distingue a esta región entre toda la comunidad hablante de ese idioma. Este factor identitario esencial ha sido consolidado y enriquecido gracias a la educación a lo largo de la historia. Miguel de Unamuno, reconoció: “Y allí –enAmérica Latina- a la vez, se enriquecerá y se complejizará nuestra habla, flexibilizando sus rígidos contornos. (…) Y en ellos, en los españoles de América, aprenderemos a conocernos y a vivir acaso los que quedemos en el viejo solar de los abuelos, en ‘la pequeña España (De Unamuno, s.a, p. 23)

Tal idea, la ha demostrado el estudio de la cultura. Andrés Bello (1781-1865) legó en su obra aportes en el ámbito del estudio de la gramática española, comenzó a reclamar el enriquecimiento de la lengua castellana con americanismos. En el siglo XIX, se distinguió la obra de José Martí en diferentes facetas de la creación artístico - literaria, el movimiento modernista que renovó la poesía en este idioma surgió en esta parte del mundo y tuvo en Martí, en Rubén Darío y Manuel Gutiérrez Nájera exponentes significativos. También en el siglo XIX algunos entendidos señalan en este campo a Domingo Faustino Sarmiento como una figura prominente. En el siglo XX, la novela latinoamericana emergió como un fenómeno creativo vigoroso sin par en el mundo. Estos pocos ejemplos dignifican el empleo que se hace de esa lengua en esta parte del mundo hasta el punto de haber hecho incontables aportes en su uso y en la lexicología reconocida por la Real Academia de la Lengua.

Con acierto ha señalado el filósofo peruano Edgar Montiel: Los siglos de proteica síntesis biológica y cultural han producido un acervo patrimonial propio, una realidad cultural y humana propias. Se ha alcanzado una nueva armonía, un nuevo punto de partida: el nacimiento del Hombre Americano, el surgimiento de una Cultura Americana, que en estos tiempos han mostrado su universalidad, su nobleza, su lugar en el mundo. La literatura ha sido el primer territorio libre de América. Tenemos hoy una cultura distinguible y reconocible en el mundo.(Montiel, 2000, p. 169-177).


1.2.- La relación del hombre con la naturaleza en la cultura latinoamericana.

La relación del hombre con la naturaleza es un aspecto esencial en el estudio de las problemáticas culturales y educativas en el mundo entero. En esta relación existen elementos que distinguen niveles de desarrollo y humanismo en un espacio y un tiempo determinado. En el caso de Latinoamérica desde la etapa previa a la llegada de los conquistadores a esta parte del mundo, la relación del hombre con la naturaleza es un aspecto de singular importancia para la cultura y la educación. En mitos y leyendas de los pueblos precolombinos se considera al hombre como descendiente de elementos de la naturaleza y emparentado directamente con animales que frecuentaban el medio de aquella fecha. En los ritos, bailes y tradiciones en muchas ocasiones tendían a usar pieles, plumas y otros atributos de animales que se destacaban por especiales cualidades, (la visión del águila, la astucia y la fortaleza del jaguar) de ese modo el hombre trataba de apropiarse de esas cualidades como ente de ese propio mundo e imponerse de forma definitiva entre las especies vivas que habitaban la región. Varios autores coinciden en afirmar que la principal virtud del hombre americano de esta etapa es su apego a la naturaleza y especialmente a la tierra la que era concebida como la gran madre de la creación y de la vida.

Según Pablo Guadarrama: Ese naturalismo antropológico resulta de gran valor por cuanto implicaba concebir al hombre como un ser orgánicamente imbricado a la existencia de todo el orbe. Era concebido como un producto y agente a la vez de la creación natural de todas las cosas. No prevalecía el criterio de presentarlo como un ente pasivo sujeto a los designios de fuerzas absolutamente incontrolables. Más bien se imponía la concepción de considerarlo un ser muy activo y decisivo en el devenir de todos los acontecimientos del mundo.(Guadarrama, 2001, p 38-39).

El recurrente tema del origen de la vida y del hombre marca la diferencia entre la cultura del hombre natural de América y otras culturas. En la Biblia hebrea se consagra el origen de la vida a la fe divina que creó al hombre y después hizo a la mujer solo de una costilla tomada de este. En contraste con esta idea, contribuye a dibujar el retrato de lo insólito de la cultura del continente, la existencia de las creencias y cosmogonías que supeditaban el origen de la vida a fuerzas naturales en un proceso continuo de perfeccionamiento. En el Popol Vuh o el Chilam Balam de Chumayel, obras de singular importancia para el estudio de las cosmogonías del hombre natural de América, se consagra la idea de la creación de la vida en la tierra a través de elementos de la naturaleza como lo son el agua, la tierra, la madera, o el maíz. La idea del surgimiento de la vida y del hombre se expresó en la creación de un hombre y una mujer cada uno hecho de elementos naturales en un proceso constante de perfeccionamiento. Según una tradición de los tamanacos, cuentan los indios del Amazonas que para crear al hombre regó la semilla de la palma moriche el Padre Amalivaca.

En la novela Los pasos perdidos de Alejo Carpentier, se describe el viaje de un músico a través del río Orinoco, este viaje se transfigura en una transportación no solo en el espacio, sino más bien en el tiempo, pues testimonia –aunque no es una novela de testimonio- como en este espacio coexisten diversas épocas en cuanto a los niveles de desarrollo y formas de vida del hombre que habita esa región. Existen en América Latina, urbes modernas de asfalto, granito, aluminio y vidrio y conjuntamente con ello, personas que nacen, viven y mueren en espacios muy primitivos de existencia, en los que se puede apreciar, incluso el origen de mitos, creencias y otras prácticas culturales de los que solo se conoce en el llamando mundo civilizado a través de los libros y relatos de viaje.

Este aspecto que descuella de un modo muy particular en cuanto al hombre, también suele proyectarse de modo singular en la relación de este con la naturaleza. En esta parte del mundo existe gran variedad de especies, con diversidad de formas y coloridos, una considerable cantidad de esas especies todavía espera porque sean nombradas. En el folleto Guatemala, José Martí recogió la impresión que hubo de causarle la variada naturaleza de ese país centroamericano, cuando lo conoció en 1877:

Yo vengo de una tierra de volcanes altos, de feraces cerros, de anchurosos ríos, donde el oro se extiende en placer vasto por las montañas de Izabal, donde el café -forma mejor del oro- crece aromoso y abundante en la ancha zona de la Costa Cuca. Allí la rubia mazorca crece a par de la dorada espiga; colosales racimos cuelgan de los altos plátanos; variadísimas frutas llenan la falda de la gentil chimalapeña; obediente la tierra responde a los benéficos golpes del arado. Extraordinaria flora tupe la costa fastuosa del Atlántico; el redondo grano, que animó a Voltaire y envidia Moka, como apretado en el seno de la tierra, brota lujosamente en la ribera agradecida del Pacifico. Aquí, sabino pálido; allí, maíz robusto, caña blanca y morada, trigo grueso y sabroso, nopales moribundos, hule nativo, ricos frijolares en asombrosa mezcla unidos, con rapidez lujuriosa producidos, esmaltan los campos, alegran los ojos y auguran los destinos de la tierra feliz de donde vengo. (Martí, 1963, p. 118, T VII).

La especial relación del hombre con la naturaleza en el continente latinoamericano adquirió signos admirables desde la propia época precolombina, más de un cronista manifestó su asombro ante lo que significó un insólito acontecimiento. La gran variedad de la madre naturaleza inspira que el hombre la refleje de igual modo en su pensamiento y en sus formas de relación con ella. “... Dos madres tienen los hombres: la Naturaleza y las circunstancias ...” (Martí, José., 1963, Ob. Cit. t. p. 256) así expresó Martí, esta concepción ayuda a comprender el condicionamiento que la naturaleza ofrece a la cultura en el continente, por ello no falta al arte el adorno, ni variado colorido a la creación del hombre, por demás espontáneamente creador y artista.

La naturaleza ha inspirado la poesía, la novelística, o la creación artística en sentido general. Por ejemplo, en Martín Fierro de José Hernández, Don Segundo Sombra de Ricardo Guiraldes, La vorágine de José Eustasio Rivera, Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, en el relato El llano en llamas de Juan Rulfo, o los relatos de Horacio Quiroga, además del reflejo de problemáticas sociales y culturales muy propias de cada región, en ellas está entretejida la peculiar relación del hombre con la naturaleza en que vive y como esta impacta en sus formas de pensar y hasta de “sentir” un determinado “tempo” que identifica su ritmo de vida y desarrollo en sentido general.

Algunos sociólogos, antropólogos y representantes de otras esferas del saber han achacado a los accidentes de la naturaleza y su impacto en el hombre las diferencias económicas, sociales y culturales como una suerte de posibilidad feliz para unos y fatalismo irremediable para otros, expresión de ello fue la aparición en el ámbito latinoamericano de la legendaria controversia entre “civilización y barbarie” (Sarmiento, Domingo Faustino, 1952), aspecto que se analizará más adelante.

Sobre este aspecto que se comenta, es importante dejar establecido que el hombre es uno y parece igualmente dotado en todos los sitios, solo se manifiesta diferente en tanto refleja su medio, su cultura y las relaciones que sostiene con los accidentes de la naturaleza. Una vez más se recurre a Martí, quien escribió de este modo en La Edad de Oro:

Estudiando se aprende eso: que el hombre es el mismo en todas partes, y aparece y crece de la misma manera, y hace y piensa las mismas cosas, sin más diferencia que la de la tierra en que vive, porque el hombre que nace en tierra de árboles y de flores piensa más en la hermosura y el adorno, y tiene más cosas que decir, que el que nace en una tierra fría (Martí, s.a, p. 62).


1.3.-El humanismo como factor esencial en la cultura y la educación en Latinoamérica.

Ante todo es importante establecer como plataforma teórica necesaria el concepto de humanismo que servirá de base al análisis que se realiza.

Humanismo. –Según el Diccionario de Filosofía Herder- “(del latín, humanitas, humanidad, naturaleza humana [en Cicerón, cultura del espíritu, en un sentido semejante al de paideia en griego], o bien de humanus, lo que concierne al hombre) En general, toda doctrina que se interesa básicamente por el sentido y el valor del hombre y de lo humano, tomándolo como punto de partida de sus planteamientos. El término, no obstante, se aplica a tres momentos históricos distintos: al fenómeno sociocultural de los siglos XIV y XV, conocido como «humanismo del Renacimiento», al «nuevo humanismo» del período del clasicismo y del romanticismo alemán de los siglos XVIII y XIX y a los «humanismos contemporáneos», basados en sistemas filosóficos más generales y de orientación fundamentalmente ética.

Existió un interés por el estudio del hombre y las problemáticas que genera su existencia desde la antigüedad. Desde fecha tan remota aparecieron obras y autores que aportaron un saber a la cultura de la humanidad en este sentido, o más bien a la llamada cultura occidental.

Según lo señala el Diccionario Herder, existe un momento culminante para el humanismo en el período que se identifica por el renacimiento, aproximadamente entre los siglos XIV y XVI, en Europa. Se ubica aquí un renacer del interés por el estudio de la naturaleza y el individualismo más que en los problemas de la fe. Este período fue superado por un nuevo humanismo impulsado por el neoclasicismo romántico alemán de los siglos XVIII y XIX.

Por otra parte, según la obra ya citada, en la contemporaneidad, “ la filosofía sobre el hombre se desarrolla ahora como parte fundamental, o como la totalidad, de un sistema filosófico, cuyo objetivo principal es destacar el valor y la dignidad del hombre como individuo que construye por sí mismo su propio sentido. Los principales humanismos contemporáneos son el marxismo, el existencialismo y el personalismo...”

Cada uno de estos humanismos tiene sus particularidades propias al analizar el sistema de relaciones que establece el hombre inserto en la sociedad, la naturaleza y el reflejo de ello en el pensamiento.

El humanismo a que se hace referencia en este estudio no es el que aparece académicamente definido en el diccionario citado. Ello no pasa de ser una visión eurocéntrica de la cultura filosófica. En esta definición que se ha presentado y comentado queda fuera, la sabiduría oriental tan prolija en reflexiones sobre el hombre, sobre la ética y la necesaria plenitud del ser humano y queda también excluida la atención al hombre y su problemática en las culturas precolombinas y el posterior devenir que se establece en el período de la conquista Ibera en América.

La cultura, el pensamiento y la filosofía latinoamericana ha sido por esencia humanista. La atención a problemáticas humanas, al desarrollo pleno del hombre inmerso en un contexto real de relaciones, representa algo particular en el ramo que se analiza en esta parte del mundo.

En los mitos mayas en los que se describe la creación del hombre se aprecia la preocupación por el perfeccionamiento de este a partir de los elementos naturales –barro, madera, hasta su exitosa elaboración a partir del maíz- , además de que esta criatura tuviera un lugar principal en el universo. Según lo refiere el Popol Vuh: "No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado" (Popol Vuh. ,1975, p. 5).

El mito de la creación del hombre, en esta cultura tiene una naturaleza antropológica, pues se centra en el lugar y el rol del ser humano inserto en su sistema de relaciones con la naturaleza y la sociedad. Se subraya además, las cualidades que debe poseer este ser, en tanto debe cuidarse de la afloración de la maldad, la codicia y el envilecimiento del poder, debe además, edificarse como una criatura, sencilla y humilde en todas sus relaciones. Este esencialismo humano es vital en la cultura y la educación en el continente. El hombre es criatura que puede a través de la educación, de la regulación que le provee los ideales morales y las concepciones sobre la justicia, ser más pleno y más humano. Rindieron culto a la humildad, la sencillez y la bondad en las ideas y en las prácticas humanas.

Posteriormente, la conquista española desvirtuó estas creencias, en tanto impuso un ideal que da importancia al linaje, a los títulos, a las propiedades, a la riqueza, a la creencia en las razas y la superioridad de unas sobre otras, legitimó el desprecio al trabajo y una relación de desequilibrio con la naturaleza.

El período de la colonia impuso un régimen de dependencia económica, política y cultural de patrones europeos establecidos por las potencias vencedoras. El Estado y la Iglesia fueron fuerzas modeladoras de la dependencia en esta etapa. El desarrollo de la cultura y la espiritualidad estaba coartado por dichas relaciones de dependencia. De ahí que las manifestaciones más genuinas y auténticas de pensamiento y cultura en la etapa que se analiza se orienten a la defensa de acceso a estudios y a manifestar lo mejor del ser de estas tierras.

El primer documento enérgicamente feminista, resueltamente feminista (documento en que para la mujer se reclama el derecho de acceso a las ciencias, a la enseñanza, a la política, a una igualdad de condición social y cultural opuesta al ‘machismo’ que harto se contempla en nuestro continente…) —ese documento se debe (en 1695) a la portentosa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz. (Carpentier, 1980, p. 5)

Durante la etapa que se analiza, el genio creador de artistas, filósofos, educadores y hombres de pensamiento en sentido general se orientó además de la comprensión de la realidad a la concepción de proyectos de transformación de esa realidad. Según Pablo Guadarrama: “... Las circunstan¬cias latinoamericanas de dependencia económica, política y so¬cial, desde la conquista hasta nuestros días, han inducido a plantear, junto a los profundos enigmas de la relación entre el ser y el pensar, el acucioso dilema del ser del hombrelatinoame¬ricano y el régimen social que necesita.”. (Guadarrama, 2001, p. 3)

De este modo la cultura y la educación han tenido una vocación práctica hacia el logro de modos más plenos de existencia del hombre en un proceso continuo de lucha por ser libres de todo tipo de ataduras. Esta condición ha delineado el carácter humanista de la cultura que se ha expresado en una constante preocupación por el hombre y su desarrollo.

El humanismo presente en la cultura latinoamericana, se expresa a través de la posición sobre la naturaleza del hombre y la problemática de las razas. Una figura emblemática que sentó una postura sólida y con fundamentos sobre el tema fue José Martí:

No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color.

Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas (Martí, 1963, p. 22, T. VI.)

La esencia humanista de la cultura y la educación latinoamericana ha tenido una pléyade de exponentes a través de la historia. Esa vitalidad mostrada por la defensa de los problemas del hombre, por su desarrollo pleno, ajeno a cualquier forma de manipulación que lo enajene de su realidad ha desembocado sistemáticamente en luchas abiertas en defensa de la libertad, lo que describe una línea ascendente que se inicia con las primeras sublevaciones indígenas, se acrecentan en el proceso de independencia continental de 1810 y continúan hasta la actualidad en que otras formas de acentuar el valor de la dignidad y la creación de la verdadera igualdad de oportunidades han dado nuevo contenido a la lucha en diversos lugares de la geografía continental.

En apego a esta esencial condición de atención al hombre y sus necesidades de desarrollo es que la genuina educación y práctica de la cultura en América Latina lleva el signo de humanista. En función de ello ha estado la reflexión de los educadores, los filósofos y los pensadores. Una vez más José Martí, brinda lo que puede considerarse una importante clave para el enigma de a hacia dónde mirar en la búsqueda del desarrollo y la plenitud del ser latinoamericano:

Bueno es abrir canales, sembrar escuelas, crear líneas de vapores, ponerse al nivel del propio tiempo, estar del lado de la vanguardia en la hermosa marcha humana; pero es bueno, para no desmayar en ella por la falta de espíritu falso, alimentarse por el recuerdo y por la admiración, por el estudio justiciero y la amorosa lástima, de ese ferviente espíritu de la naturaleza en que se nace, crecido y avivado por el de los hombres de toda raza que de ella surgen y en ella se sepultan. Sólo cuando son directas prosperan la política y la literatura. La inteligencia americana es un penacho indígena. ¿No se ve cómo del mismo golpe que paralizó al indio se paralizó a América? Y hasta que no se haga andar al indio, no comenzará a andar bien la América. (Martí, 1963, p. 336-337, T. VIII.).

CONCLUSIONES

El pensamiento de José Martí aporta una visión compleja, integradora y dialéctica en el estudio de la cultura y la educación en América Latina, sus relaciones y mutuos condicionamientos. La idea del mestizaje, el particular influjo de la Naturaleza, así como el humanismo son factores que identifican de forma directa a la cultura en el continente, al mismo tiempo estos factores deben ser vistos como condicionantes de las expresiones creativas, el pensamiento y las relaciones sociales en nuestra América.

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