Vol. 1 Nro. 25 enero-marzo 2014

EL ARTE DE LA HERMENÉUTICA Y LA PEDAGOGÍA

THE ART OF HERMENEUTICS AND PEDAGOGY  

Cristóbal Arteta Ripoll1

RESUMEN:

En este artículo se da cuenta de la relación existente entre el arte de la hermenéutica y la acción educativa como proceso, donde se aprende enseñando y se enseña aprendiendo. La autoformación, característica esencial de la pedagogía hermenéutica, se realiza a través de un proceso de autointerpretación siempre abierto a nuevas comprensiones, reviviendo las experiencias, propias y extrañas, a través del lenguaje, único medio de comprensión y expresión del mundo. La pedagogía hermenéutica persigue los aspectos únicos, individuales y sociales de la existencia, tanto en sus expresiones externas como las experiencias internas vividas.

Palabras claves:Hermenéutica, Filosofía, Pedagogía, autoformación, filósofos.

ABSTRACT:

The paper accounts for the relation between the art of hermeneutics and educative action as a process, where there is learning while teaching and teaching while learning. Self-formation, essential characteristic of hermeneutic pedagogy, is accomplished through a process of self-interpretation, always open to new comprehensions, reviving of own and others´ experiences, all through language, the only means for comprehending and expressing the world. The hermeneutic pedagogy aims at unique aspects, of social and individual existence, in their external and internal expressions of life experiences.

Keywords: hermeneutics, philosophy, pedagogy, self-formation, philosophers

INTRODUCCIÓN

La trayectoria intelectual de H. G. Gadamer (1900-2002), como síntesis de ideales de formación neohumanista a lo largo del siglo XX, su producción teórica en el campo de la Hermenéutica y su práctica universitaria , permiten- a través de las herramientas que el mismo nos brindó- encontrar la clave de una pedagogía hermenéutica, basada en la comprensión, la interpretación, la comunicación, el diálogo y la aplicación creativa de su motivación teórica.

DESARROLLO

La Pedagogía hermenéutica hunde sus raíces en la tradición neohumanista de los ideales de formación (Bildung), representada por Hegel, Dilthey, Spranger, Litt, Flitner y vivificada por los aportes de Heidegger y Gadamer. Pretendía promocionar, desde el quehacer pedagógico, los valores del espíritu humano.

Ese concepto de formación humana, tan necesario para desarrollar una axiología como fundamentación del espíritu humano, fue el más grande pensamiento del siglo XVIII, aportado por la filosofía clásica alemana y, además, el soporte de las Ciencias humanas durante el siglo XIX. Su surgimiento está directamente vinculado con la Universidad de Berlín, fundada por Humboldt en el año de 1810, cuya divisa “Soledad y Libertad”, constituía un llamado al fortalecimiento del binomio epistemológico y pedagógico: ciencia y formación. (Vilanou, 2002, pp.205-223).

Desde 1789 con el triunfo de la Revolución francesa, se abrió paso una pedagogía que atendiera la plenitud de lo humano, cimentada en la tríada: cultura- espíritu y libertad. Es una línea conceptual muy interesante que articula las reflexiones filosóficas de Hegel, Kant, Herder, Krause y Natorp. En esta línea sobresale la idea hegeliana de que “la meta es la penetración del espíritu en el saber”, (Hegel, 1999, p.21) pues necesita formarse y al no ser por naturaleza, debe apropiarse a través de la experiencia de la conciencia o autoconciencia que al comprenderse se universaliza.

En esta línea cada individuo debe recorrer un proceso al compás de las fases de formación del espíritu universal, para que la voluntad humana abandone el estado natural y pueda alcanzar el nivel del espíritu donde se dan cita todas las creaciones del individuo. Es el carácter dialéctico de la formación hegeliana donde cada individuo alcanza un yo que se ha hecho libre así mismo, como manifestación del espíritu absoluto. Esta idea hegeliana de formación se debilitó con la derrota de la burguesía, durante la revolución liberal de 1848, especialmente en Alemania.

La nueva situación geopolítica con el tutelaje de la monarquía prusiana, trajo consigo un talante autoritario, alrededor de una instrucción intelectualista herbartiana. El carácter normativo de la pedagogía de Johann Friedrich Herbart (1776-1841), influenciado por Rousseau y Pestalozzi, con su disciplina metódica y rigurosa tuvo como contrapeso a Schleiermacher (1768-1834) con una pedagogía de signo hermenéutico que favorecía la interpretación dialógica entre el discurso teórico, la praxis educativa y la autonomía de los agentes educativos. Lo cierto es que estos dos últimos pensadores, superaron la fase precrítica y retórica de la débil pedagogía del siglo XVIII, basada en el modelo narrativo de El Emilio de Juan Jacobo Rousseau (1762) (Vilanou, 2002, p.209).

El autoritarismo, el ultranacionalismo y el sentido disciplinar del sistema educativo alemán provocaron la reacción de Nietzsche y su idea radical ante la crisis, de una educación con sustento en dos ejes: el eterno retorno como función cultural y el superhombre como solución a la mediocridad humana. Pero la tendencia de este pensador a buscar explicación de los valores y perspectivas que eran aceptados sin cuestionamiento alguno, sobre todo por los poderes establecidos, le granjeó la animadversión del establecimiento que se resistía a aceptar “la transmutación de todos los valores” como los reiteraba constantemente el pensador alemán. Solo a partir de la década del sesenta del siglo XX, el pensamiento de Nietzsche comenzó a ser determinante en los círculos filosóficos, como alternativa para la fundación de una nueva crítica social, cultural, educativa y ética.

En el período que va del término de la Primera Guerra Mundial (1919) al inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939) el panorama se caracteriza por una profunda crisis material y espiritual, se constata una gran brecha entre el neohumanismo pedagógico de Herder, Humboldt y Pestalozzi y la realidad social fragmentada por efectos de la contienda. Era necesario la promoción de nuevos valores e instrumentos de pedagogía educativa para rehabilitar el mundo espiritual. En este sentido, y para cumplir con estos fines fue rescatada del olvido la historicidad y dimensión hermenéutica de las Ciencias del Espíritu de Dilthey (1833-1911), como ciencias de la vida, contraria a la mecanización y deshumanización de la época.

Nuevamente la idea de formación, como un proceso de mediación entre el espíritu subjetivo y el espíritu objetivo, pasaba a un primer plano. La filosofía de Dilthey con su fórmula “la naturaleza la explicamos, la vida del alma la comprendemos” se adaptaba y adecuaba más que la Metafísica en crisis y en desuso y que la Psicología experimental de Wilhelm Wundt (1832-1920), con su explicación de la conducta humana a partir de principios de naturaleza fisiológica. Para el historiador del espíritu, la dimensión de la vida humana tiene un sentido global que se manifiesta en el tiempo a través de la historia, bajo tres principios: vivencia, comprensión y conexión.

Para Gadamer, la filosofía de Dilthey, -a diferencia de Hegel que ve en la autoconciencia filosófica el final absoluto del movimiento del espíritu-, abre horizontes infinitos a la conciencia histórica y a la perspectiva vital.(Gadamer,1994,p.38)

De esta manera, y contrario a las Ciencias naturales cuya naturaleza es fragmentar el saber mediante variables unilaterales e independientes, aparece el comprender como método propio de las Ciencias del Espíritu.

Para Dilthey comprender significa aprehensión del sentido de conexiones espirituales en forma de conocimiento objetivo, porque solo tiene sentido todo aquello que podemos comprender. Pero la comprensión de las conexiones es doble, tanto las del espíritu objetivo como las del espíritu subjetivo. La primera es de carácter histórico – culturalista y la segunda psicológica, apareciendo la relación entre la Historia y la psicología como cimientos de las Ciencias del Espíritu. La aspiración es captar la vida interior que escapa a las objetivaciones de las Ciencias naturales y a la Psicología experimental, con los principios que le son propios a la psicología de las Ciencias del Espíritu (vida, vivencia, libertad, individualidad y totalidad).

Con esos principios y con el trabajo de la Historia, gracias al cual la comprensión es posible, se puede interpretar y comprender la madurez anímica y el estado de la cultura. Así, el trabajo hermenéutico de la interpretación debe penetrar en la conexión interior y no solo explicar, causalmente, la sucesión externa. Y al manifestarse la realidad del espíritu en la propia vida y en las realizaciones culturales, el individuo a través de la interpretación y la comprensión puede captarla. Gracias a este proceso las objetivaciones de la vida espiritual, es decir la cultura, como espíritu objetivado es apropiada por cada individuo particular.

Aquí adquiere gran importancia la pedagogía espiritual, contraria a la pedagogía empírico-experimental que mientras atiende a la objetividad y sus causas, aquella se abre al mundo de los valores de una manera teleológica. La preocupación de hechos y nexos causales da paso a la axiología a la que nos hemos de adscribir para fundamentar el verdadero objetivo de la educación.

La pedagogía se estructura sobre los valores de la cultura, porque la vida ya no es entendida meramente biológica, sino como estructura psíquica en un mundo histórico y porque la conciencia de la vida interior se da en contacto con el mundo exterior. No es que la pedagogía ignore la relación de la cultura con la naturaleza, más bien ubica al hombre como ser espiritual en el mundo de la cultura. Es el espíritu quien educa como subjetividad y objetividad, vivencia y valores, individualidad y comunidad. El objetico es formar individuos como seres espirituales en el mundo cultural, capaces de crear nueva cultura para el progreso del espíritu.

Así, la pedagogía espiritual e histórica de Diethey y Spranger pretendió superar, tanto la pedagogía positivista de carácter experimental y casuística como la pedagogía neokantiana de carácter normativa y racionalista. Estas ansias de superación se enmarcaban en la necesidad de comprender el presente, en función del pasado con categorías pedagógicas sistemáticas que dieran una correcta orientación a la acción educativa, contra la barbarie política del totalitarismo y el reduccionismo cientifista del positivismo, al separar lo teórico-científico del mundo de la vida.

Amor hacia los valores culturales y amor hacia el individuo en formación se constituyeron en la doble dimensión erótica del educador en la nueva pedagogía hermenéutica. (Xirau, 1993)

Esta pedagogía proponía, además, una estimulación del carácter, aprovechando la rica humanización de la cultura, en contra de la mecanización, estimulada por la división del trabajo en la sociedad moderna. Una educación que antepone la libertad a la necesidad, la totalidad a la parcialidad, la creación a la reproducción y la plenitud de la vida a la fragmentación conceptual de la misma.

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue desastrosa para la nueva pedagogía, pues la destrucción y la barbarie fueron contrarios a los ideales de cultura y civilización y a sus elementos constitutivos: sentido crítico, juicio autónomo y desarrollo de la creatividad.

Gadamer (1900-2002), como depositario de la herencia de Heidegger (1889-1976) y Dilthey, asimiló e hizo suya la preocupación por la vida histórica y arrancó el concepto entender de las Ciencias del espíritu para aplicarlo a la comprensión metodológica de la existencia humana. Refiriéndose a la influencia de estos dos pensadores, escribe en su ensayo, la misión de la filosofía:la radical destrucción del conceptualismo tradicional greco-latino que Heidegger exponía con impetuosidad encontró en mí una resonancia bien dispuesta que se fortaleció considerablemente bajo la poderosa influencia de Wilhelm Dilthey. A través de él me llegó la herencia de las ciencias filosóficas románticas. (Gadamer, 1990, p.151)

Con la publicación de una de sus principales obras: Verdad y Método, en 1960, crea un verdadero giro hermenéutico, tan importante como el giro lingüístico gestado a comienzo del Siglo XX por Heidegger y Wittgenstein, enriqueciendo el papel que la hermenéutica había ejercido en la interpretación de los antiguos textos bíblicos y como doctrina metodológica de la filología, a comienzo del siglo XIX. (Gadamer, 1998)

Fue una época peligrosa para la generación del momento que miraba impávida la pérdida de confianza en la razón y el triunfo de manifestaciones extravagantes, tales como, el orientalismo, el espiritismo, la quiromancia y otras emociones extremas, como resultado de un ambiente propicio para el consumo de drogas.

Con la adopción del concepto hermenéutica por Heidegger la comprensión se sitúa en el centro de la existencia del Dasein, y, con la generalización como método por parte de Gadamer, definitivamente la Hermenéutica se consolida como la ciencia y el arte de interpretar.

Con la llegada de Gadamer a la Universidad de Leipzig, en 1938, al ejercer la dirección del Instituto filosófico y pedagógico, la relación hermenéutica-pedagógica se consolida como parte de la tradición de las Ciencias del espíritu. Ya la pedagogía de las Ciencias del espíritu había servido de marco conceptual para el impulso de la Reforma educativa en Alemania, bajo el influjo del movimiento de la Escuela nueva, en la república de Weimar entre 1919 y 1933. La crítica de Gadamer a la pretensión de verdad absoluta en nombre de la historicidad (Hegel, Diethey y Heidegger), dio paso al concepto de una especie de verdad emblemática, sin la cual no se puede vivir y detrás de la cual iría el método, pero sin la pretensión cartesiana de convertir a este en un objeto de idolatría. Consideraba Gadamer que siempre se llegaba demasiado tarde, cuando se trata de comprender y someter a un método aquello que entendemos. Pero no es la desconfianza contra la ciencia, sino contra la exaltación metodológica que solo puede dar cuenta y razón de una parte de la experiencia vital.

La necesidad de la comprensión, en el marco de determinadas condiciones históricas, solo es posible a través del lenguaje adecuado, adoptado ideológicamente y mediado por el preguntar y el indagar como condición de posibilidad de la verdad.

Gadamer apela más a la dialéctica platónica que a la dialéctica totalizadora de Hegel para subrayar los valores humanistas, la razón práctica y la facultad del juicio humano. El objetivo es situar a la filosofía en la búsqueda de sentido hacia la comprensión del mundo. Comprender es hacer comprensibles las cosas, a partir de reconocer la posible superioridad del interlocutor, sin la pretensión de transformar la realidad comprendida. Dialogar con el otro, no es dominar al otro sino dejarlo ser, dejarlo hablar hasta el punto que se llega a aprender de aquellos que aprenden de uno; es escuchar al otro pensando que puede tener razón. Este reconocimiento se engarza con el reconocimiento socrático de la propia ignorancia. Al respecto en un interesante ensayo: Sobre los que enseñan y los que aprenden dice: “Mi propia capacidad de juicio encuentra siempre sus límites en el juicio y capacidad de juicio de los demás y se enriquece con ello. Esta es el alma de la Hermenéutica”.(Gadamer.1998,145)

Esta tradición hermenéutica pretendía, desde las Ciencia del espíritu (filología, histórica, teología) y las Ciencias sociales, sin desconocer la existencia de las Ciencias naturales, entender el mundo haciendo caso omiso de la crítica a la ideología. Esta perspectiva teórica, abrió el paso al debate con Habermas, para quien la comprensión hermenéutica debía dejar de ser conservadora y encarrilar su cometido por el progreso, haciendo la crítica a la ideología hacia la emancipación social y humana. Con el transcurrir del tiempo la teoría crítica se transformó en la teoría de la acción comunicativa, la cual ya no busca la transformación sino la reconstrucción social. Sobre este debate se refiere Gadamer en su artículo, sobre los que enseñan y los que aprenden:

La confrontación con interlocutores de otra competencia, como la publicada discusión con Habermas sobre Hermenéutica y crítica ideológica, significó una ampliación de mi horizonte que debo agradecer. Me confirmó enseguida mi propio punto, que la conversación razonable bajo la condición de buena voluntad mutua siempre tiene sentido. (Gadamer 156)

La hermenéutica de Gadamer es abundante en referencias pedagógicas. En una conferencia pronunciada el 19 de mayo de 1999 (Dietrrich, Bonhoeffer Gymnasiun de Eppelhim), bajo el sugestivo título de la Educación es educarse, (Gadamer, 2000) expone-siguiendo la Paideia platónica, su filosofía dialógica de la pregunta y la respuesta y la importancia del aprendizaje de las lenguas, debido al cultivo y uso de la palabra. Aquí encuentra el pensador alemán el secreto para la formación y la transmisión de la cultura humana. La utilización de la palabra en la pedagogía, con un sentido crítico, reflexivo y dialógico significa superación, iluminación, asimilación. Por eso la hermenéutica de Gadamer permite repensar la cultura en un marco abierto de posibilidades e interpretaciones, pero no es un marco, es un juego en la concepción gadameriana, siguiendo a Schiller en sus Cartas sobre la educación estética del hombre (1795).

En la hermenéutica de Gadamer, el diálogo adquiere sentido en la búsqueda de la verdad como criterio de apertura y corrección que orienta el proceso personal de formación. En su ensayo sobre los que enseñan y los que aprenden (Gadamer, 145-151), insiste en que todos somos auditorio, debemos aprender a escuchar, en uno u otro camino, a luchar siempre contra el ensimismamiento y eliminar el egoísmo y el afán de imposición de todo impulso intelectual …Escuchar lo que nos dice algo, y en dejar que se nos diga, reside la exigencia más elevada que se propone al ser humano. Recordarlo para uno mismo es la cuestión más íntima de cada uno. Hacerlo para todos, y de manera convincente, es la misión de la filosofía. (Gadamer, 156)

La autoformación, característica esencial de la pedagogía hermenéutica, se realiza a través de un proceso de autointerpretación siempre abierto a nuevas comprensiones, reviviendo las experiencias, propias y extrañas, a través del lenguaje, único medio de comprensión y expresión del mundo. Solo la palabra hace presente la verdad y la comprensión del mundo, de allí que vivamos en un mundo donde la palabra es un instrumento esencial por excelencia.

La pedagogía hermenéutica persigue los aspectos únicos, individuales y sociales de la existencia, tanto en sus expresiones externas como las experiencias internas vividas. En tanto que cada persona, desde distintos y nuevos horizontes, comprende sentidos nuevos en un proceso infinito de interpretaciones, “la educación es educarse y la formación es formarse”, (Gadamer, 2000, p.11) sobre todo la que se recibe en la familia y que luego se consolida en la escuela. Es un ejercicio atravesado por el lenguaje, porque la naturaleza del pensamiento es lingüística y porque, además, “el lenguaje es la casa de ser”, tal como lo escribió en Carta Sobre el Humanismo y en su ensayo sobre La misión de la filosofía: me sigue pareciendo cierto que la lengua no es solo la casa del ser, sino también la casa del ser humano, en la que vive, se instala, se encuentra consigo mismo, se encuentra en el otro, y que la estancia más acogedora de esta casa es la estancia de la poesía y del arte. (Gadamer, 156)

De allí que todo se base en la palabra para el impulso de la conversación, el ejercicio de la lectura, la escritura, la comprensión y la interpretación. Sobre el acto de leer Gadamer señala que no consiste en deletrear y en pronunciar unas palabra tras otras, sino que significa, sobre todo, ejecutar permanentemente el movimiento hermenéutico que gobierna la expectativa de sentido del todo y que, al final, se cumple desde el individuo en la realización del sentido del todo. (Gadamer, 1991 pág.77)

La originalidad de la pedagogía hermenéutica es destacar la lingüicidad de toda comprensión, porque ésta es un acto lingüístico por excelencia en y desde el lenguaje. Comprensión es lenguaje y, a su vez, el lenguaje es comprensión. Si aprehendemos un sentido de naturaleza lingüística, captamos el sentido de una determinada realidad.

La Pedagogía hermenéutica defiende una cultura integral y global que no margina del estudio de las ciencias a ninguna disciplina y que considera que el estudio de las matemáticas debe realizarse desde una perspectiva humanista. Además, para Gadamer la cultura participa de la globalización de los valores y de la vocación humana para comprender. En su ensayo La educación es educarse, escribe, “si lo que uno quiere es educarse y formarse, es de fuerzas humanas de lo que se trata, y en que solo si lo conseguimos sobreviviremos indemnes a la tecnología y al ser de la máquina”.(Gadamer, 2000)

CONCLUSIONES

Frente a la diversidad de pedagogías en el panorama actual y la crisis axiológica y educativa que lo caracteriza, una Pedagogía hermenéutica brinda herramientas de solución basada en la lectura, la reflexión y la interpretación de textos significativos. Es un buen camino pedagógico para encontrar nuevos derroteros a la experiencia personal y a la verdad, canalizada por el fenómeno lingüístico y su mayor instrumento la palabra. Además, es de interés valioso como pedagogía alternativa para contrarrestar los perversos y funestos efectos de una cultura altamente tecnificada,- que si sigue el camino de no privilegiar los valores humanistas en la educación y en la formación-, puede resultar catastrófica para el futuro de la humanidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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