Vol. 1 Nro. 29 (2015) ISSN: 1682-2749 Enero - marzo

EL DISCURSO HUMANISTA Y SU ECO INTERIOR

THE HUMANISTIC DISCOURSE AND ITS INNER ECHO

Angelina Roméu Escobar1
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RESUMEN:

Las humanidades constituyen un conjunto de disciplinas que estudian al hombre. Una peculiaridad del uso del lenguaje y el propósito al que están dedicados los textos en la rama de las humanidades es el estudio de los problemas que les son inherentes: su historia, su manera de pensar, su producción intelectual, su actividad creativa. Este trabajo tiene como objetivo propiciar la reflexión acerca de las particularidades de los discursos humanistas, en tanto su eco interior “agarra” al lector y lo obliga a tomar partido. Teniendo en cuenta estas particularidades, se plantea la necesidad de que la didáctica de las humanidades dé atención priorizada a los procesos de comprensión, análisis y construcción de textos de dicha especialidad, cuya selección debe realizarse atendiendo a las particularidades de las edades y grados.

Palabras claves: Transdisciplinariedad, Educación, discurso humanista.

ABSTRACT:

The humanities are a set of disciplines that study man. A peculiarity of language use and the purpose to which they are dedicated texts in the field of humanities is the study of the problems inherent in them: their history, their thinking, their intellectual production, creative activity. This work aims to encourage reflection about the peculiarities of humanistic discourses, both inside eco "grab" the reader and forces him to take sides. Given these characteristics, raises the need for the teaching of the humanities give prioritized processes of understanding, analysis and construction of texts that specialty care, the selection should be done based on the specificities of the ages and grades.

 

Keywords: Transdisciplinarity, Education,humanistic discourse.

INTRODUCCIÓN

“¡Grande es la palabra cuando cabalga en la razón! Penetra entonces más que la más larga espada”. (Martí, T. XI.p.156) Con estas palabras, Martí nos revela el inmenso poder que le concede a las palabras, cuando estas son portadoras de la verdad y la razón, cuando muestran la grandeza humana y llegan al corazón y a la conciencia de los hombres. Pero, generalmente, lo esencial del contenido de un texto no se halla en lo que este expresa de forma explícita sino que se halla precisamente en aquello que rebasa su sentido literal y que es visible solamente a una mirada entrenada, a una sensibilidad preparada para percibir su verdadero sentido. Comprender esta afirmación, exige una preparación tanto del profesor como del alumno en el dominio de estrategias en relación con la diversidad de textos cuya existencia está dada por la diversidad de contextos en los que las personas se comunican. El objetivo de este trabajo es propiciar la reflexión acerca de las particularidades de los discursos humanistas, en tanto su fuerza interior “agarra” al lector y lo obliga a tomar partido. Teniendo en cuenta estas particularidades, la comprensión, análisis y construcción de dichos textos reviste gran importancia en la formación humanista de los estudiantes.

DESARROLLO

Las ciencias humanistas y su papel en la formación de las nuevas generaciones.

Las humanidades constituyen un conjunto de disciplinas que estudian al hombre. Una peculiaridad del uso del lenguaje y el propósito al que están dedicados los textos en la rama de las humanidades es el estudio del hombre y los problemas que les son inherentes: su historia, su manera de pensar, su producción intelectual, su actividad creativa.

El humanismo, en filosofía, es la actitud que hace hincapié en la dignidad y el valor de las personas. Uno de sus principios básicos es que las personas son seres racionales que poseen en sí misma capacidad para hallar la verdad y practicar el bien. El término humanismo se usa con gran frecuencia para describir el movimiento literario y cultural que se extendió por Europa durante los siglos XIV y XV. Este renacimiento de los estudios griegos y romanos subrayaba el valor que tiene lo clásico por sí mismo, más que su importancia en el marco del cristianismo”. (Encarta, 1993)

El movimiento humanista se inició en Italia en el prerrenacimiento por Dante, Giovanni Boccaccio y Francesco de Petrarca. Se difundió a mediados del siglo XV gracias a la invención de la imprenta. Figuras como Erasmo de Rotterdam contribuyeron a la propagación de la corriente humanista en Francia e Inglaterra.

El humanismo como concepción filosófica que toma al hombre como centro, tiene en cuenta en todo momento sentimientos comunes, simpatías y antipatías, que revisten carácter humanitario. En ello radica el secreto de su influencia, de su papel rector. La ética marxista reconoce la existencia del contenido humano general en la moralidad, el cual se encuentra conformado por:

  • Las exigencias morales referentes a las formas más sencillas de las relaciones entre las personas. La compasión, la piedad, la ayuda al débil, la magnanimidad, la sensibilidad, la rectitud, la benevolencia, la cortesía, la modestia y otras cualidades, son manifestaciones de esas relaciones.

  • Las nociones de la dignidad del hombre (independientemente de su origen social o posición ocupada), de la necesidad de relaciones mutuas humanitarias en la sociedad, del colectivismo y de la camaradería; valores como la unidad, la soberanía, la intransigencia contra la dominación extranjera, la solidaridad, la abnegación, la tenacidad, la rebeldía, el desinterés, el enfrentamiento a la injusticia, la opresión y la explotación, la honestidad, la laboriosidad y la admiración a quienes lucharon siempre por la justicia .

El contenido humano universal del humanismo adquiere especial actualidad en las condiciones presentes, cuando el planeta resiste el peligro de la globalización neoliberal, la polarización neofascista de las fuerzas, la amenaza nuclear; cuando el impetuoso auge industrial y el crecimiento demográfico han provocado consecuencias ecológicas que pueden resultar irreversibles; cuando se han planteado otros difíciles problemas globales. Al surgir la alternativa de sobrevivir juntos o perecer juntos, los valores humanos generales adquieren un alto grado de eficacia. La apelación a estos valores contribuye a establecer un ambiente de diálogo, de comprensión mutua, de compromiso y otros valores humanos. (Trujillo, 2006)

Son características humanistas la actitud cuidadosa hacia el legado sencillo pero inapreciable de la cultura de la humanidad, la justa apreciación de sí mismo y el autocontrol, la sensibilidad, la delicadeza de las ideas y los sentimientos y el noble contenido humano de las normas, los principios y los ideales del perfeccionamiento armonioso y creativo del hombre, así como de las relaciones sociales justas. Todos estos rasgos humanistas son trascendentales en los seres humanos y especialmente en nuestros adolescentes.

El humanismo es la lucha por el hombre, por su desenvolvimiento libre e integral, lucha contra todo cuanto deforma su vida; es universal, exige respeto, ayuda activa, afecto al ser humano, y parte de que todo individuo tiene derecho igual a ser feliz. Desde la cultura e ideología de la Revolución cubana, el humanismo es una concepción de carácter integral, formada históricamente acerca del hombre y su realización, entendiendo este como totalidad, es decir, en todas las determinaciones de su ser y que aspira a potenciar las vías de su plena realización. (…) En Cuba, el humanismo constituye el núcleo de una concepción ideo-cultural, expresión del desarrollo de la Identidad Cultural y la Ideología de la Revolución Cubana en las condiciones actuales, y deviene alternativa esencial a la globalización neoliberal. Tiene sus pilares fundamentales en las ideas de Martí, Che y Fidel. (Mendoza, 2004: p.7-8)

El progreso de la cultura humana está relacionado esencialmente con el sistema humanista de conceptos y reglas de la conducta. El humanismo (del latín humanista – humanidad, principio humano) impregna todas las formas históricas de comunicación y de espíritu humano en desarrollo. Partiendo del precepto anterior, se puede comprender la importancia que el libro y su lectura alcanzan entre las diversas “formas históricas de comunicación y de espíritu humano en desarrollo”.

La lectura de un texto puede conmovernos o dejarnos indiferentes. Si nos conmueve es porque ha dejado su impronta en nuestra conciencia, de alguna manera nos ha marcado. Los textos de las materias humanistas que tienen como centro al hombre suelen ser suscitantes y motivadores; pueden hacernos llorar o reír; pueden conmovernos o llenarnos de ira y dolor.

El discurso humanista.

Un discurso o texto es “un enunciado comunicativo coherente, portador de un significado, que cumple una determinada función comunicativa (representativa, expresiva, artística) en un contexto determinado, que se produce con una determinada intención comunicativa y una determinada finalidad, que posibilita dar cumplimiento a ciertas tareas comunicativas para lo cual el emisor se vale de diferentes procedimientos comunicativos y escoge los medios lingüísticos más adecuados para lograrlas(…); se considera que entre texto y discurso hay una relación indisoluble y que no existe el discurso sin el texto”. (Roméu, 1999: p.54)

Todo texto tiene una estructura semántica y una estructura formal; ambas interactúan, y se complementan de la misma manera como actúa la concatenación orgánica, indisoluble, entre el lenguaje y el pensamiento. Por medio de la lengua el hombre puede saber qué piensa el otro, en qué piensa y qué actitud se adopta sobre lo que se piensa, en situaciones comunicativas que tienen lugar en contextos de comunicación pragmática.

El discurso en las ciencias humanísticas constituye una unidad semántica en la que el perceptor es parte de una construcción activa, a partir del diálogo con el autor o con los problemas filosóficos, gnoseológicos, psicológicos, artísticos que tienen como propósito significar el mundo social, el ser y el conocimiento, que no son ajenos a su propia realidad pues aquel tiene mucho que decir frente a ellos. De esa manera hace posible la comunicación en una situación concreta, bajo una secuencia lógica de proposiciones relacionadas entre sí, y estructuradas en el plano del pensamiento y el lenguaje.

Para darnos cuenta de que un texto es propio de las disciplinas humanísticas, basta con analizar el tipo de expresiones y la función a la que sirve. Por ejemplo, un sujeto en relación con la realidad la convierte en objeto de conocimiento desde su praxis; construye proposiciones, mediante las cuales expresa conceptos y valores, fundados en las necesidades, intereses y fines del hombre. Su autor no solo hace referencia a qué son las cosas, cuál es su esencia sino, ante todo, para qué sirven, qué necesidad satisfacen o qué intereses resuelven; por eso, praxis, conocimiento y valor son inmanentes al texto filosófico.

El enfoque cognitivo, comunicativo y sociocultural, al abordar la relación lenguaje y pensamiento y lenguaje y sociedad y su importancia en la concepción de una teoría didáctica, asume tres dimensiones, que se relacionan dialécticamente: la cognitiva, la comunicativa y la sociocultural.

  1. .La dimensión cognitiva puede entenderse como ese saber cosmovisivo y complejo de la realidad, en correspondencia con la pluralidad del objeto contextualizado, que opera con conceptos, categorías, imágenes, metáforas, etc. Las vías poéticas del lenguaje sustantivan las potencias del pensamiento e integran las emociones al funcionamiento de la cognición.

  2. .La dimensión comunicativa consiste en reconocer y usar el código lingüístico y las reglas necesarias que rigen los signos, propios del metalenguaje de las humanidades, para utilizarlos de manera coherente en diferentes situaciones y contextos de reflexión, que permiten iniciar, desarrollar y concluir la comunicación de manera exitosa. Al mismo tiempo, ayuda a comprender las relaciones sujeto–objeto y sujeto–sujeto en la mediación central, en su construcción y despliegue, de nuestro sistema conceptual, en términos del cual pensamos y actuamos, y que en su naturaleza es fundamentalmente dialógico.
  3. .La dimensión sociocultural está referida al conocimiento del contexto, los roles de los participantes, su ideología, imaginarios, jerarquía social, pertenencia a clase social o grupo, su intención y situación comunicativa en la que tiene lugar la comunicación. Se tiene la impresión de que, si no contextualizamos el texto de manera adecuada, no lo entendemos; en este sentido, ubicar lo particular en lo universal, o viceversa, aumenta el potencial cognitivo. El símbolo remite siempre a otro significado distinto del superficial y aparente, sin agotar su contenido filosófico.

En el discurso humanista se revelan las tres dimensiones de la semiótica, a saber, la semántica, la sintaxis y la pragmática; es considerado como una unidad semántica en la cual el perceptor es parte de una construcción activa, a partir del diálogo con el autor o con los problemas filosóficos que tienen como propósito significar el mundo social, el ser y el conocimiento, que no son ajenos a su propia realidad sino que el referido perceptor tiene mucho que decir frente a ellos, lo que hace posible la comunicación en una situación concreta, bajo una secuencia lógica de proposiciones relacionadas entre sí y estructuradas en el plano del pensamiento y el lenguaje. Estos discursos son argumentativos; de ahí que puedan analizarse como estructuras inferenciales, más o menos complejas.

El eco interior del discurso humanista.

La palabra eco (del lat. echo, y este del gr. ἠχώ, m.), se define como la repetición de un sonido reflejado por un cuerpo duro; es una onda sonora reflejada, cuyo intervalo entre la emisión y la repetición del sonido corresponde al tiempo que tardan las ondas en llegar al obstáculo y volver. Comparar el efecto que nos produce la lectura de un texto con el eco, nos hace pensar también en la resonancia de una campana o d un tambor, cuyas ondas vibran y se expanden hasta el infinito; sin embargo, el símil no resulta totalmente exacto, porque las resonancias del cobre o de la piel tensada del instrumento de percusión constituyen un fenómeno de la física, que no puede compararse con las infinitas resonancias que un discurso puede provocar.

Un texto puede ser de carácter informativo y solo aporta datos sobre un referente; otro, por el contrario, incluye elementos de reflexión que lo hace diferente del texto meramente informativo. En este caso, el texto nos “atrapa” y nos hace tomar parte a favor o en contra del mensaje que deja. Ya no se trata solamente de la transmisión de información, ni puede la actitud del lector permanecer ya meramente pasiva. El texto reclama una respuesta, a tomar partido a favor o en contra, y las palabras se transforman de simples signos lingüísticos en chispas capaces de llamarnos a la rebelión, o de sumirnos en la depresión, o de darnos una pauta a seguir. El efecto del texto en nosotros es lo que Víctor Krebs (2001) denomina “su eco interior”, que el autor del texto maneja según su objetivo e intención. En un texto periodístico, un hecho trascendente puede ser tratado de forma poco interesante, o deliberadamente disminuido en su importancia, de ahí que su eco es débil y no nos exige como lectores. La resonancia de un texto es la medida de la relevancia que le atribuimos como persona, es decir, de su función en nuestra formación humana, de ocasionar cambios en nuestra conciencia individual, que nos ayudan a crecer como seres humanos.

Un artículo de opinión en un diario puede tener un eco superficial o de poca duración, porque fue escrito para una lectura rápida que provoca reacciones y pensamientos inmediatos, un limitado nivel de reflexión y un compromiso más bien superficial. Una novela, sin embargo, puede provocar una resonancia profunda en nuestra conciencia cuando sus palabras son capaces de llegar a niveles más profundos de nuestra conciencia, dada su profundidad, su atemporalidad, su capacidad de movernos independientemente de nuestra ubicación temporal.

Partiendo de esta distinción entre textos que exigen y textos que no exigen, textos que tienen eco y textos que no lo tienen, podemos inferir la importancia de la cuidadosa selección de los textos, cuando el objetivo es contribuir a la formación humanista, ética y estética de los estudiantes.

El ser humano ha sentido siempre la necesidad de reflexionar sobre los problemas que incumben a la existencia humana, el origen y, la fugacidad de la vida, el temor a lo desconocido. Unida a la necesidad de manipular y controlar nuestro medio, existe también la necesidad de reflexionar acerca del sentido de nuestras acciones dentro de un contexto mayor que el de nuestra supervivencia, y que las conecte con lo más íntimo y profundo en nuestra conciencia. Es con esta necesidad que surge el uso del lenguaje y los tipos de textos que pertenecen a las diferentes disciplinas humanísticas.

Un texto de cualquier materia, en la medida en que trascienda su mera utilidad práctica, puede convertirse en objeto de reflexión y de influencia en nuestra formación humana, porque alcanza una dimensión filosófica al brindar elementos para la reflexión y, en ese sentido, es capaz de convertirse en objeto filosófico. Pensemos, por ejemplo, en un estudio sobre la problemática del medio ambiente, o sobre la aún incierta curación del Sida.

Los textos de contenido humanista abordan las necesidades y contradicciones más esenciales y profundas del hombre, y en ellos prevalece generalmente la dimensión filosófica. Su lenguaje tendrá el poder de transformarnos en la misma medida en que la reflexión nos haga ser más sensibles a los problemas y mejores seres humanos.

Refiriéndose a la problemática de la comprensión del texto filosófico, C. Molina alude a la complejidad de la distinción entre la filosofía como disciplina y la filosofía como asunto humano de alcance y relevancia universal, como necesidad universal del ser humano. (Molina, 2011). Considera el texto filosófico como una unidad semántica donde el perceptor es parte de una construcción activa, a partir del diálogo con el autor o los problemas filosóficos que tienen como propósito significar el mundo social, el ser y el conocimiento que no son ajenos a su propia realidad sino que tiene mucho que decir frente a ellos”. Esto hace posible la comunicación en una situación concreta, bajo una secuencia lógica de proposiciones relacionadas entre sí y estructurados en el plano del pensamiento y el lenguaje. (Molina, 2011p.17).

Cuando se aborda el problema de la formación humanista y de la necesidad de que la lectura, la comprensión, el análisis y la construcción de textos contribuyan a dicha formación, se está aludiendo a la necesidad de un acercamiento reflexivo al texto, en el cual se asume la filosofía como patrimonio de la humanidad entera. En otras palabras, cuando se habla del texto filosófico no se alude a los textos escritos por filósofos, sino esencialmente a lo que podemos llamar la dimensión filosófica de cualquier texto, a una dimensión del uso del lenguaje que esperamos encontrar en su más amplia expresión en los textos propiamente de filosofía.

Como con cualquier otro tipo de texto, el filosófico puede adquirir un grado de sofisticación que requerirá, tanto en el lenguaje como en la experiencia del lector, una aptitud y dominio proporcionalmente complejo. Esto hace de los textos más representativos de la filosofía, en cierto sentido, textos especializados. Pero este fenómeno no es exclusivo a la filosofía, sino común a cualquier uso del lenguaje que muestre algún nivel de profundización y que implique el aprendizaje de modos más complejos de expresión.

En el proceso de formación humanista, resulta muy necesario lo que se denomina el efecto de eco. Al respecto se comparte con Krebs,(2001) que el eco es una posibilidad de que se transformen las palabras de otro en palabras de la propia experiencia, o viceversa, que las nuestras sean tan profundas y capaces de mover al otro. La poesía como imagen vivencia revela ese eco interior.

La lectura y comprensión de un texto favorece la formación humanista cuando el texto implica una referencia permanente a un ámbito más profundo y más real que el de nuestra experiencia cotidiana, es decir, cuando se refiere a una dimensión trascendente. y lo que lo hace filosófico es que lo trascendente se halla en está su ámbito de reflexión, forma parte del campo de influencia desus palabras, y pertenece al contexto tácito y constante de su discurso. Ese es el punto de contacto entre las disciplinas humanistas (filosofía, historia, arte, literatura, lingüística y otras) en las cuales lo filosófico constituye una marca esencial que responde directa y exclusivamente a la necesidad de reflexión que sus textos generan.

La mitología griega cuenta con la historia de Eco, la ninfa de la montaña, que fue persuadida por Zeus para entretener a su mujer, Hera, con una charla incesante, para que esta no pudiese espiarlo. Irritada, Hera le quitó a Eco el poder de hablar, dejándole sólo la facultad de repetir la sílaba final de cada palabra que oyera. Un amor no correspondido por el bello Narciso, que amaba a su propia imagen reflejada, hizo que Eco languideciera hasta que sólo quedó de ella su voz. El discurso humanista, a diferencia de la ninfa, posee un eco interior que s multiplica y crece, y sólo lo percibe quien logra captar su esencia y atribuirle significado.

La formación humanista desde la comprensión, análisis y construcción de discursos.

Según Lissette Mendoza, la formación humanista es “la formación en los estudiantes de un sistema de conocimientos, habilidades, sentimientos, valores, convicciones, que se fundamenta en una metodología dialéctico-materialista y un enfoque cultural y personológico, dirigida a la integralidad del conocimiento, al cultivo de la sensibilidad y la espiritualidad, a la interpretación y explicación de los procesos históricos, sociales y culturales relacionados con el hombre, al desarrollo de un estilo de pensamiento y actuación en función de la transformación de la realidad”. (Mendoza, 2004, p.7)

Se reconoce universalmente que la educación es un derecho humano fundamental. Dada su fuerza sinérgica, proporciona a los niños, niñas, jóvenes y adultos la capacidad necesaria para reflexionar, elegir opciones y vivir mejor, y rompe el círculo vicioso de la pobreza espiritual y es un elemento clave del desarrollo económico y social. Se entiende por ciencias humanísticas aquellas que estudian al hombre, de ahí que se consideren como tales la filosofía, la historia, la antropología, la sociología, la pedagogía, la psicología, la lingüística, la literatura, el arte y otras disciplinas que aportan a su formación intelectual, ética, estética, política e ideológica.

Para entender cómo contribuyen a la formación humanista estas materias, hay que reflexionar acerca de la forma en que se apropian los estudiantes de su contenido. Partimos del criterio de que en el proceso de adquisición de los conocimientos un papel esencial lo desempeña el lenguaje, en su doble función: la noética y la semiótica. La función noética está relacionada con la participación del lenguaje en la construcción del conocimiento abstracto; la función semiótica tiene que ver con el papel del lenguaje en la transmisión adquisición de ideas y pensamientos mediante la comunicación.

En este sentido, en las clases de todas las asignaturas tienen lugar procesos cognitivos y comunicativos en los diferentes contextos de interacción en los que el lenguaje interviene. Tanto en la comunicación oral como en la comunicación escrita intervienen habilidades lingüísticas esenciales, en cuyo dominio descansa el éxito de ambos procesos. En la comunicación oral están presentes la audición y el habla; y en la comunicación escrita están presentes la lectura y la escritura. La lectura y la audición son habilidades propias del proceso de comprensión, mientras que el habla y la escritura pertenecen al proceso de construcción.

Los procesos y habilidades en ellos implicados son esenciales en la formación de los niños, adolescentes y jóvenes y de ellos la lectura ocupa un lugar primordial y constituye una herramienta fundamental en el logro de la función educativa, en tanto proporciona conocimientos, sirve de entretenimiento y proporciona placer estético. Al respecto, asociamos la lectura a la formación humanista, pues no concebimos a un humanista que no sea, entre otras cosas, un buen lector.

El enfoque cognitivo, comunicativo y sociocultural plantea la existencia de tres componentes de la clase: la comprensión, el análisis y la construcción, los que denomina componentes funcionales. Dichos componentes son los tres procesos esenciales que intervienen en la comunicación, y que los estudiantes deberán aprender a desarrollar, a fin de convertirse en comunicadores competentes.

La comprensión textual es un proceso cognitivo complejo y dinámico, que da lugar al intercambio entre la información nueva contenida en el texto y la almacenada en la mente del sujeto, lo que posibilita que el texto influya en él y enriquezca o reformule sus conocimientos, a la vez que atribuye nuevos significados al texto a partir de sus inferencias.

La comprensión de textos humanistas que mueven a la reflexión se caracterizan desarrollar una labor de transformación de la experiencia en pensamiento, de su traducción en palabra, de su reflexión, y su cuestionamiento, con el objeto de hacerla más lúcida y consciente.

La comprensión de textos debe, por tanto, generar nuevas significaciones. A partir de esta idea, se considera que descansa en un modelo cognitivo que consta de tres niveles: la comprensión inteligente, la comprensión crítica y la comprensión creadora.

La comprensión inteligente: Tiene que ver tanto con la comprensión de lo que el texto dice textualmente como con la inferencia de lo que no se dice y se esconde entre líneas, así como con los saberes acumulados por el perceptor (el que escucha o lee), que también amplían y enriquecen el contenido del texto. En esta etapa, el lector comprende el significado de las palabras, investiga las palabras cuyo significado desconoce, les otorga un sentido a partir de su uso en un determinado contexto de significación; adopta una actitud inquisitiva, hace múltiples inferencias, descubre las relaciones del texto con otros textos (intertextualidad) y les atribuye un significado.

La comprensión crítica: no deja de ser una lectura inteligente, sino que tiene lugar en un nivel más profundo. En esta etapa, el que lee se distancia del texto, para poder opinar sobre él, enjuiciarlo, criticarlo, valorarlo; el lector está en condiciones de tomar partido a favor o en contra y de comentar sus aciertos y desaciertos. Puede juzgar las ideas del autor y estar de acuerdo o no con ellas.

La comprensión creadora: Tiene que ver con la aplicación de lo comprendido. En este nivel, el perceptor ejemplifica o extrapola, aplica el texto en otros contextos, descubre su vigencia. Aquí se pone de manifiesto la capacidad para actuar independientemente, relacionar el texto con otros contextos y hacerlo intertextual.

Un lector experto puede transitar rápidamente de un nivel a otro, o moverse entre ellos con facilidad; pero no ocurre así cuando los lectores tienen pocas habilidades. Esto sucede, por ejemplo, con los estudiantes de primeria y de secundaria, cuyas habilidades aún no están suficientemente desarrolladas. Es por ello que se hace necesaria la aplicación de estrategias que guíen el proceso de comprensión.

En el tratamiento de la comprensión de textos la atención debe dirigirse tanto a los resultados como al proceso de razonamiento seguido para alcanzarlos. Para ello, los sistemas de preguntas elaborados a partir de la división del texto en fragmentos lógicos, han de estar encaminados no solo a comprobar la captación de los significados (literal, implícito, complementario) o el logro de los niveles de comprensión (traducción, interpretación, extrapolación), sino que se han de tener en cuenta las diferentes operaciones y estrategias empleadas en la adquisición, evaluación y aplicación de la información.

El análisis textual es un proceso complejo que tiene dos objetivos: describir las estructuras del sistema de la lengua y explicar su funcionalidad en el discurso teniendo en cuenta su diversidad de usos en diferentes contextos. En la enseñanza de la lengua, el análisis opera como una interfaz entre los procesos de comprensión y construcción de textos. Esto significa que para comprender un texto que hemos escuchado o leído, analizamos el significado de las palabras, las estructuras que conforman las oraciones, los parágrafos y párrafos y la estructura del texto en su totalidad, para lo cual nos apoyamos en los conocimientos lingüísticos que poseemos. Lo mismo ocurre cuando vamos a hablar o a escribir, aunque en sentido contrario, pues primero seleccionamos las ideas que queremos comunicar y luego, cómo lo vamos a decir, con qué palabras, en qué estilo, según nuestra intención comunicativa y finalidad.

Durante el análisis ofrecemos explicaciones semánticas, sintácticas y pragmáticas. Analizar es, pues, describir y explicar los contenidos de un texto, es decir, las ideas y conceptos que en él se expresan; y también las relaciones que existen entre esas ideas, conceptos, es decir, su estructura argumentativa; de igual forma, el análisis implica la valoración.

    Que en cada uno de los talleres se realicen sistemáticamente las operaciones siguientes:

  1. .Leer el texto seleccionado (oral y en silencio).
  2. .Esclarecer las incógnitas léxicas (terminología).
  3. .Determinar las palabras-clave, los conectores y las redes de palabra.
  4. .Ubicar el texto en un contexto histórico.
  5. .Extraer las ideas principales y secundarias.
  6. .Inferir la intencionalidad y finalidad del autor según el contexto y su ideología.
  7. .Identificar la tesis y los argumentos.
  8. .Elaborar nuevas proposiciones, a partir del pensamiento inferencial.
  9. .Representar gráficamente el sistema de ideas contenidas en el texto.
  10. .Resumir la tesis y el problema contenido en el texto.
  11. .Elaborar una reseña del texto en la que se valoren críticamente las ideas del autor.
  12. .Escribir breves ensayos filosóficos sobre algún problema en el que el texto haya suscitado en el estudiante el pensar y argumentar acerca de la vigencia de las ideas y su aplicación en contextos similares.
Al realizar un análisis debemos comenzar por:

  • La lectura del texto, buscando el significado de palabras desconocidas.
  • La segmentación en partes lógicas, para lo cual se debe prestar atención a los párrafos en que se divide el texto, así como a los signos de puntuación y a todas aquellas partes del lenguaje -conjunciones, adverbios- que ponen en relación las distintas partes del texto.
  • Determinación de los marcadores textuales o expresiones utilizadas por el autor para expresar el orden y la importancia de los contenidos, así como la naturaleza propia de su trabajo.
  • Relectura del texto, tantas veces como sea necesario, hasta estar completamente seguros de haber determinado su sentido y estructura.
  • Toma de nota de todas las ideas que el texto nos sugiere para fijar el sentido del texto o su estructura, para un posible y ulterior comentario (si el análisis que estamos realizando forma parte de un comentario de texto).
  • Resumen del texto que nos permita comprobar el grado de comprensión alcanzado.
  • Explicaciones que consideremos necesarias para fijar con precisión el significado del texto y su estructura argumentativa.
  • Prestar atención a los términos en los que se expresan las distintas transiciones lógicas para obtener rápidamente la comprensión de la estructura lógica.

La construcción textual es un proceso de significación a partir de los conocimientos, las habilidades y las capacidades que emplea el ser humano para comunicarse a través de discursos orales o escritos en los que se evidencia su personalidad, sus valores y su cultura, en contextos específicos, ante un receptor determinado y teniendo en cuenta las variables lingüísticas y estilísticas de conformación de esos discursos.

La selección de los textos para contribuir a la formación humanista.

Hay tantos tipos de textos como actividades y fines humanos. Y dentro de esta gama casi infinita podemos encontrar modos diversos de lenguaje, diferentes maneras de usar las palabras. De la diversidad de textos y sus funciones en diferentes contextos se ocupa la estilística funcional, ciencia cuyos inicios se marcan en la antigüedad clásica.

Todo texto tiene función social y cultural. Es un arma ideológica en la lucha por el desarrollo de los pueblos, la preservación y difusión de los conocimientos humanos y las tradiciones culturales. La educación cumple sus finalidades a partir de asimilar creadoramente la cultura que ha antecedido al hombre y prepararlo para participar en su actual curso de evolución, a la vez que conseguir un perfeccionamiento sistemático de todos los campos del desarrollo humano.

Para lograr el resultado deseado es importante la adecuada selección de los textos en correspondencia objetivos que se proponen y teniendo en cuenta las capacidades cognitivas y comunicativas alcanzadas por los alumnos, de manera que puedan llegar a su comprensión inteligente, crítica y creadora, y les resulte particularmente de interés su análisis, así como los ejercicios de construcción que se deriven de las temáticas abordadas. No puede olvidarse que el desarrollo en los estudiantes de motivos e intereses hacia la lectura descansa en buena medida en los textos que se escojan para su lectura en clase y los que se recomienden como lectura extraclase.

Lo más importante es que todo lector va siempre buscando el sentido de lo que lee; porque saber leer implica saber de qué nos hablan y comprender es, sencillamente, aplicar la inteligencia y el conocimiento previo a cualquier escrito que se decida leer y entender. La verdadera comprensión de lo leído lleva a conclusiones, valoraciones críticas, a emitir juicios sobre la obra o el autor y permite establecer relaciones entre el contenido del texto leído con otros, ya sean del mismo o de otros autores (intertextualidad), con nuestras propias vivencias y experiencias, y de esta forma hacemos de la lectura una experiencia sumamente agradable.

CONCLUSIONES

Las reflexiones que se han generado evidencian que el discurso humanista es esencialmente lenguaje, es decir, comunicación y su autor siempre cuenta con la presencia de un interlocutor. El aparente monólogo de la palabra, que reposa en el silencio de la página, se convierte en diálogo; y si se quisiera prescindir de un posible dialogante o interlocutor, aun así el texto se llenaría de resonancias intersubjetivas y de imprescindible alteridad.

Para lograr que el alumno quede atrapado por el eco interior del discurso humanista, es necesario que estudiantes y profesores conozcan cómo proceder en la comprensión, análisis y construcción de dichos textos desde la semántica (planteamientos del autor, puntos de vista, sistema de ideas y principios que defiende); la sintaxis (terminología, recursos gramaticales, retóricos y estilísticos que garantizan la cohesión y progresión temática) y la pragmática (intereses sociales, grupos, intención y finalidad comunicativa, contexto histórico).

La creación humana lleva implícita la actividad y los resultados, sólo lo creado por el hombre que se expresa en valores materiales y espirituales, es decir, cultura material y espiritual. La medida del desarrollo humano supone el proceso permanente de humanización, de realización humana. En el profundo nexo entre cultura y ética, se revelan los significados que a lo largo de la historia han alcanzado la defensa de los principios e ideales del progreso humano. En su versión más amplia y alta, supone penetrar en la relación cultura-humanismo en el discurso humanista, no solo en sus expresiones a lo largo del desarrollo de la sociedad humana, sino lo que entraña para el presente y futuro del hombre y de nuestros pueblos. La escuela, mayor centro cultural de la comunidad, debe tener como objetivo formar un lector productivo, humanista, que cumpla con la finalidad de la lectura como proceso.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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